Además de tus ojos achinados que aparecen frecuentemente como imagen espesa entre situaciones reales, te recuerdo por la yerba mate. Recién, no haciendo más que un movimiento corriente, aunque sí, desempeñando el ritual que aprendí mirando tus manos, me habitó un aroma particular. El de la yerba amarga, el aroma de los domingos entre sabanas blancas. Y entonces todo su devenir ocurrió en silencio, atrás de mis ojos, adentro de mi boca y entre los dedos de los pies.
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