domingo, 30 de octubre de 2011

Yerba mala muere. Y nunca olvida.

Nada peor que un lindo día que no puede compartirse con nadie. No sé si con nadie exactamente. Me basta hablar de absoluto cuando me refiero a tu recuerdo, cuando revivo tu vacío. Son cosas que me hacen preguntarme para qué. Para qué el sol calentito sobre mi piel. Para qué el viento suave. Para qué el río. Para qué las siete de la tarde. Para qué la yerba dulce. Para qué mirar. Para qué reír. Para qué soñar. Para qué el gustito a café recién hecho o la mantita tricolor de la siesta. 
Llorarte no sirve de nada. Buscarte...  me gritaste hace poco que tampoco. Y es un cliché decir que al que quiero no es a vos sino a tu recuerdo. Porque también caígo en tus miserias. Y cuando veo un gesto impune te asocio y también sonrío. 
Qué mal parida que estoy... o qué bien qué estoy, no sé cuál de las dos me vale para admitir:
extraño al hijo de puta.

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