El mate a la mañana, con un poquito de azúcar, me hace pensar lindo. Lindo, porque pensar en realidad no es más que algunas conexiones entre ideas y otras, entre recuerdos, sueños, fantasías, imágenes plásticas y algunas canciones (algo del mundo de los que algunos llaman inútil, como ese poquito de azúcar que le pongo al mate, viste). Entonces cuando pienso lindo, me río de las ocurrencias que salen cuando se llora. Y es como un sentirse superado de la experiencia anterior. Ese segundo de auto-premio de haber aprehendido de lo vivido.
El día está nublado. Me desperté con una canción de Cerati que habla de algo parecido al amor. Vos estás invisible. Y yo me extraño cuando te miro. Porque claro, la que siento soy yo, esas cosas que renuevan cuando está el otro y estás vos, hay una cama, y sábanas desparramadas por ahí.
Cuando pienso lindo, creo que todo no es tan terrible. Que tengo ojos, tengo boca y tengo cuerpo. También sé tocar la guitarra y sé leer. Y además, tengo manos para tocar y no perdí el olfato ni la memoria, y es por eso que me acuerdo de tu olor. Perdón que te nombre sin nombrar. Es que cuando pienso lindo sos una de esas conexiones. Sos una nariz, una pluma, un beso en la espalda, una primera vez y un último beso en el hall de entrada. Qué se le va a hacer. Cuando uno está enamorado piensa lindo ¿no?. Lástima. Lástima que últimamente me cueste lindo pensar. Aunque sigo pensando, disculpas por las redundancias, que sos mi pensamiento más lindo. Y qué mejor manera de terminar, diciéndote que a pesar de todo y de nada, de la distancia y la cercanía: existe el photoshop, y me estoy poniendo por algún puente de Europa con vos. Llamame como quieras, pero la alucinación también es como el azúcar de este mate mañanero que me hace pensar, pensar, pensar, ¿lindo?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario