Resulta que era un día soleado muy lejos de casa, aunque en realidad no tanto. Sus pequeños ojos algo tapados por pestañas
desprolijas me preguntaron
despreocupadamente: "¿
querés ser mi mamá?" y yo, mucho menos sabia que aquella
niñita de pocos años en esta vida pero eternos vividos... le contesté: "no puedo".
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