El encuadre estaba en sus manos, se movían libidinosas por el aire, dando vueltas, haciéndolo espeso. Las manos de otros también se movían, pero toscas, armoniosamente toscas y libres. Golpes memoriosos de arena y puertos. Cortes violentos. Gritos de alegría. Los zapatos astillados de madera hacían temblar los vasos ya besados y abandonados en el suelo. Rodaban historias y se desmebraban instantes en cada verso. Los ojos, esos ojos de pestañas grandes, aguados, solemnes, también bailaban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario