sábado, 26 de febrero de 2011

y yo qué pienso en comodidad...

Uno se encandila con tanta luz. A veces no puede ver.
A veces se deslumbra. Otras, también, se olvida de sí. 
No sé ve... se pierden las sombras y los contornos. 
Demasiada luz no es de fiar.

Pero después, se produce la muerte de eso...
y la oscuridad y el silencio llegan
y la oscuridad y el silencio nos encuentran y acarician despacio
y la oscuridad y el silencio inauguran, nuevamente, saberse luz. 

Y entonces de tanto gozo, volvemos a encandilarnos. 
Y entonces se repite el ciclo una y otra vez.

Maldita dualidad. Maldito equilibrio.

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